jueves, 28 de julio de 2011

Trece siglos de la batalla del Guadalete

El 26 de julio de 711 las tropas musulmanas de Tarik Ibn Ziya derrotaban a Don Rodrigo en la batalla del Guadalete iniciandose así la ocupación prácticamente de toda la península por los musulmanes. La presencia del mundo árabe en la Península se mantendría hasta 1492, si bien desde el siglo XI los reinos cristianos intensificarían la reconquista del territorio al sur del Tajo manteniendo su primacía sobre los reyes de los reinos Taifas que, prácticamente todos, les ofrecían vasallaje y pagaban parias por mantener sus reinos y su estatus. Primero la frontera hasta el Duero, la toma de Toledo, los reinos de Badajoz, Sevilla, Jaén... Ya en el siglo XIII prácticamente la presencia musulmana se reducía al reino de Granada, si bien dominaba todavía el Estrecho de Gibraltar. Será tras la toma de Sevilla, Jerez y las plazas de Gibraltar y Algeciras cuando, controlado el peligro de nuevas invasiones, el reino de Granada alcanzará su mayor grado de debilidad y permitirá la toma de la ciudad por los Reyes Católicos.

La batalla del Guadalete, con la derrota del ejército visigodo y la posterior pérdida de España, ha sido objeto de atención literaria en toda la Edad Media y a lo largo del Siglo de Oro, teniendo sus primeras manifestaciones en el Romancero. En los romances de Don Rodrigo, se destaca, sin embargo, el origen de toda la desgracia cristiana en los amores adúlteros de Don Rodrigo con la doncella toledana llamada Florinda o " La Cava". Esta doncella, violentada al parecer por D. Rodrigo, enamorado de ella al verla bañarse desnuda en las aguas del Tajo, solicita el socorro de su padre, el conde D. Julián, que precisamente servía al rey en tierras africanas. El conde, despechado, solicita la ayuda de los árabes facilitándole la llegada a tierras hispanas a través del Estrecho. Lo demás es terreno de los historiadores.
El Romancero, como decía, presenta esta derrota como un castigo divino ante la lujuria del rey godo.Esta es la secuencia de los hechos, aunque el Romancero los presenta mezclados:



Escena 1. Baño de la Cava y sus doncellas:

De una torre de palacio
se salió por el postigo
la Cava con sus doncellas
con gran fiesta y regocijo
...
Daban al agua sus brazos
y tentada por el frío
fue la Cava la primera
que desnudó sus vestidos

Como decimos, la ve D. Rodrigo y queda prendado de su hermosura. A partir de ahí la requiere de amores advirtiendo a la doncella que no tiene muchas opciones ante los deseos de un rey:

Escena II: La consumación del deseo real:

- Sepas, mi querida Cava
de ti estoy apasionado;
pido que me des remedio
yo estaría a tu mandado;
mira que lo que el rey pide
ha de ser de fuerza o grado.



Consumados los amores, en el ardor de la siesta ( momento muy hispano al parecer ya desde la Edad Media) advierte el Romance:

De la pérdida de España
fue aquí funesto principio
una mujer sin ventura
y un hombre de amor rendido.
Florinda perdio su flor,
el rey padeció el castigo;
ella dice que hubo fuerza,
él que gusto consentido.
Si dicen quien de los dos
la mayor culpa ha tenido,
digan los hombres; la Cava
y las mujeres: Rodrigo.

No se moja el juglar en atribuir culpas, aunque otro romance recoge las quejas de la Cava y su intención de pedir al padre que defienda su honor arrebatado:

Escena III. El honor perdido y los presagios de desgracias para el rey

La cava soy de tu fuerza
y aunque al muro de mi pecho
le falta la barbacaba
de todos es padre el cielo.
...
Con la sangre de mi honra
no se tiña el honor vuestro
mirad que eclipse de sangre
en reyes es mal agüero;

Enterado el conde de los abusos del rey y la pérdida de su honra  busca la ayuda del rey árabe y se fragua la traición.

Escena IV: La traición del conde D. Julían

En Ceuta está don Julián,
en Ceuta , la bien nombrada:
para las partes de allende
quiere enviar su embajada;
...
Las cartas van al rey moro,
en las cuales le juraba
que si de él recibe ayuda
le dará por suya a España.

Se produce la llegada de Tarik Ibn Ziyad a la  Península y las tropas del califatoo omeya y las del rey visigodo se aprestan a la batalla. Aunque en sueños presiente Rodrigo la derrota no tiene más remedio que acudir contra los invasores árabes para encontrarse en las cercanías del río Guadalete; omite toda la batalla el Romancero que nos vuelve a presentar de nuevo a Rodrigo ya derrotado, contemplando el campo de batalla donde yacen sus hombres y son pisotedas sus enseñas reales:

Escena V: Rodrigo llora su derrota

Subiose encima de un cerro,
el más alto que veía;
desde allí mira a su gente
como iba de vencida;
de allí mira a sus banderas
y estandartes que tenía,
como están todos pisados
que la tierra los cubría;
mira por los capitanes
que ninguno parescía;
mira el campo tinto en sangre,
la cual arroyos corría.
...
"¡Oh muerte!, ¿por qué no vienes
y llevas esta alma mía
de aqueste cuerpo mezquino,
pues se te agradecería?"



Derrotado y solo cabalga el rey decidiendo hacer penitencia por sus pecados que le  han llevado a tan gran desgracia. Tiene claro el Romancero el origen lujurioso de todas las desgracias reales; buscando el perdón divino encuentra Rodrigo un ermitaño a quien pide confesión y el perdón de sus pecados. Remiso al principio el ermitaño en otorgarle el favor d ela penitencia tiene que suceder la directa intervención divina en modo de voz celestial que le pide, no sólo que le otorgue el perdón, sino que la penitencia debe incluir la propia muerte del rey que pagará sus culpas de manera notoria, como señalará el romance gráficamente, sufriendo el acoso de la serpiente precisamente por las partes origen de su pecado. Aunque púdicamente sabrá el juglar en los versos siguientes disimular su intención señalando el corazón como fuente de sus males.

Escena final: Penitecia y muerte de D. Rodrigo:

"Confesar, confesarete,
absolverte no podría."
Estando en estas razones
voz de los cielos se oía:
"Absuelvelo confesor,
absuelvelo por tu  vida
y dale la penitencia
en la sepultura misma"
...
Metiose en la seputura
que a par de la ermita había;
dentro duerme una culebra,
mirarla espanto ponía;
tres roscas daba a la tumba,
siete cabezas tenía.
...
El ermitaño lo esfuerza,
con la losa lo cubría,
rogaba a Dios a su lado
todas las horas del día.
"¿Cómo te va el penitente,
con tu fuerte compañía?"
"Ya me come, ya me come,
por do más pecado había,
en derecho al corazón,
fuente de mi gran desdicha"

Con la subida al cielo del alma penitente del último de los reyes visigodos en Hispania termina el juglar del Romancero el relato de la batalla del Guadalete. Tampoco los historiadores saben darnos más datos de qué ocurrió con Don Rodrigo, la Cava, el conde Don Julían o del obispo Witiza y los otros protagonistas de la historia. Así nos la cuentan los romances y, tal vez, así sucedió hace ya trece siglos.

1 comentario:

  1. Juan tendrías que escribir más...y más cortito, se agradece...Un abrazo

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