sábado, 28 de febrero de 2015

Algunas noticias literarias sobre el caballero jerezano Garci Pérez de Vargas



Juan Salguero Triviño




Tras la reconquista definitiva de Jerez de la Frontera por Alfonso X, en 1264, a su población se le encomienda una función eminentemente militar. No será hasta la segunda mitad del siglo XV, con la decadencia del reino musulmán de Granada que reduce continuamente su área de dominio en la baja Andalucía cuando, alejadas ya la frontera y despreocupada su población del peligro de ataques y escaramuzas, pierde  su carácter guerrero. A partir de ese momento, en los inicios del siglo XVI, comienzan a  desarrollarse los trabajos de su fértil campiña y se instalan en la ciudad mercaderes flamencos, ingleses, irlandeses o genoveses que se ocupaban de la exportación del trigo, el aceite y, fundamentalmente, el vino de los campos cercanos a Jerez.

Jerez destaca desde los primeros momentos de la reconquista como una importante ciudad con fuerte presencia de nobles y caballeros.

El relato de las batallas y escaramuzas que precedieron a la toma definitiva de la ciudad ya dejan entrever la fama e importancia de algunos de estos caballeros; fama que se difundirá desde ese momento al resto del reino a través de las crónicas y los poetas a quienes  se encargaban de cantar las virtudes de los guerreros castellanos en su esforzada lucha contra los infieles.

Uno de ellos, Garci Pérez de Vargas, es citado por Cervantes en el capítulo XLIX del Quijote por boca del Canónigo que reprocha al Quijote su afán por los libros de caballería exhortándole a conocer la historia de los verdaderos héroes:





“Un Viriato tuvo Lusitania, un César Roma; un Ánibal Cartago, un Alejandro Grecia, un conde Fernán González Castilla, un Cid Valencia, un Gonzalo Fernández Andalucía, un Diego García de Paredes Extremadura, un Garci Pérez de Vargas Jerez, un Garcilaso Toledo, un don Manuel de León Sevilla, cuya lección de sus valerosos hechos puede entretener, enseñar, deleitar y admirar a los más altos ingenios que leyeren”

Este mismo caballero jerezano es citado por el infante Don Juan Manuel en su Libro de los exiemplos del Conde Lucanor y de Patronio, escrito alrededor de 1335. Garci Pérez de Vargas es mencionado en uno de los exemplos que el escudero propone al  Conde Lucanor relatando un episodio de la toma de Sevilla


-Señor Conde- dijo Patronio-, cuando el santo y bienaventurado rey don Fernando tenía sitiada Sevilla, contaba con muchos y valientes caballeros, entre los que estaban los más diestros en el manejo de las armas: uno era don Lorenzo Suárez Gallinato, el otro don García Pérez de Vargas […] los tres discutieron un día sobre quien de ellos era el mejor y más hábil. Como no llegaron a un acuerdo, decidieron armarse bien los tres y llegar a las murallas de Sevilla para golpear con sus lanzas las puertas de la ciudad”



Por su parte, Adolfo de Castro, en su Historia de Jerez de la Frontera, habla también del mismo caballero relatando otro episodio. Tras la conquista de Sevilla, Fernando III, dispone en 1252 reactivar la conquista de las tierras al sur y se dirige contra Jerez y las poblaciones vecinas. Entre los caballeros están los hermanos Diego Pérez de Vargas y Garci Pérez de Vargas.


“… y los cristianos en pos de ellos matando y prendiendo infinitos hasta que a esos que escaparon los metieron por las puertas de Xerez; y allí fue gran mortandad a la entrada, porque los cristianos les daban con gran priesa y los moros por entrar se mataban unos a otros […] Dio muerte Garci Pérez de Vargas al reyezuelo moro de Alcalá de los Gazules: Diego Pérez de Vargas perdió su espada […]desgajando una rama de oliva […] y con aquel se metió en lo más recio de la batalla”[1]

De esta acción, por las voces de ánimo que le daban: “ ¡machuca, Diego, machuca!” le valió a Diego Pérez de Vargas el sobrenombre de Machuca y como Diego Machuca se quedaría para él y su linaje.
Cuando en 1264 se produce la toma definitiva de Jerez, este Garci Pérez de Vargas será uno de los dos alcaldes que el rey Sabio nombra para el gobierno y custodia de la ciudad. Así lo cuenta Adolfo de Castro:

“ A trescientos caballeros hijosdalgo, fue encomendada la guarda de la ciudad. Para su gobierno político fueron nombrados dos alcaldes y elegidos para el desempeño de tales cargos Garci Pérez de Vargas y Rui Pérez de Almezán […] fueron enviados para la guarda de las cuatro puertas de la ciudad, cuarenta caballeros que llamaron del feudo. A cada uno de estos, con los que primeramente poblaron a Xerez, se hizo repartimiento de casas, viñas, olivares y seis yugadas de tierra […] también hubo repartimiento de algunos moros y judíos vasallos del rey”[2]




[1] Castro, Adolfo de: Historia de jerez de la Frontera; ed. Renacimiento, 2002. Pag 33
[2] Castro, Adolfo de. Op.cit. pág 45

viernes, 27 de febrero de 2015

Volver a empezar

Se dice que una característica del ser humano es que es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. No sé si es mi caso, seguramente, también, pero yo prefiero creer que soy de ese tipo de personas que no se cansa nunca de volver a empezar, a retomar proyectos olvidados porque las circunstancias te llevaron por otro camino. Como el retorno incansable de la marea sobre la playa retomando, varias veces cada día, la reconquista del terreno perdido en cada bajamar. Sin abandonar nunca el empeño siempre fustrado de permanecer ya siempre sobre la arena conquistada.
Por eso no he querido empezar un nuevo blog, sino retomar este cuaderno virtual que empecé hace unos años con el que quise retomar entonces el deseo de escribir. Y aquí estoy de nuevo, años después, con nuevas etapas vividas y cumplidas. Esperando que, ahora sí, me permita el tiempo y las obligaciones venir a visitar más asiduamente esta ventana de comunicación con todas aquellas personas que sienta curiosidad por los temas que vaya abordando.
Será desde ahora un cuaderno donde iré guardando reflexiones y estudios variados. Supongo que, principalmente literarias, pero vaya usted a saber! No me fío demasiado de mi constancia, a la vista está.
De todos modos, una excelente característica de la red es que permanece en el tiempo por encima de nuestros variados intereses. Y que siempre podré volver a retomar la tarea si, una vez más, me perdiera en el camino.