miércoles, 27 de septiembre de 2017

REVISAR LA HISTORIA: PORTILLO DE LA TRAICIÓN O DE LA LEALTAD (ZAMORA)

Hacía ya varios años que había visitado Zamora por última vez. Seguramente por mis influencias histórico-literarias asociaba yo esta bella ciudad castellana al episodio de su cerco por Sancho II de Castilla en el siglo XI. En el marco de las guerras sucesorias tras la muerte de Fernando I de León, Sancho, su hijo primogénito que se negaba a aceptar la decisión de su padre de dividir el reino entre sus hijos, cerca Zamora, donde su hermana Urraca defendía los derechos de su otro hermano Alfonso VI de León. Durante este cerco, “contaba” la historia, Vellido Dolfos consiguió, con engaños, matar al rey Sancho y escapar para refugiarse en Zamora, donde entró por un portillo que más tarde tomó el nombre de Portillo de la Traición. Como consecuencia de esta muerte Alfonso VI heredó el trono de Castilla que unió al de León. La literatura de la época, en un bellísimo romance, narra la jura que en Santa Gadea de Burgos le exige el Cid Campeador a Alfonso VI de que no tuvo arte ni parte en la muerte de su hermano Sancho. Pero volvamos al portillo.

Este verano, en la oficina de turismo de Zamora pregunté por este Portillo de la Traición y me corrigió amablemente la persona que me atendía: “ Querrá usted decir el Portillo de la Lealtad”.

Efectivamente, cuentan los folletos turísticos que me entregó que en 2010 el pueblo de Zamora decidió cambiar el  nombre al portillo de la muralla por el que Bellido Dolfos se refugió en la ciudad, entendiendo que la historia oficial lo había llamado así pero que desde el punto de vista de la ciudad de Zamora Bellido Dolfos no sólo no fue traidor sino leal defensor de la misma frente a las tropas que la asediaban.
Naturalmente es una manera de ver las cosas. La historia, sobre todo de las batallas,  siempre se cuenta diferente dependiendo desde el lado que se miren los hechos.

No está mal esta “revisión” de la memoria del tal Bellido Dolfos. Por si acaso, los mismos folletos turísticos aportan una nueva visión de la muerte del monarca que la dota de especial menosprecio para el rey asediador de la ciudad.

Nos cuenta que mientras Bellido Dolfos y el monarca recorrían a caballo el exterior de las murallas donde Bellido le iba a mostrar un portillo por donde vencer el cerco y entrar en la ciudad, al monarca le vino un apretón y bajó del caballo para desahogarse entre unas matas,  lo que aprovechó el “traidor” o el “leal” para matarlo y huir después a caballo hacia Zamora (por cierto, y según las versiones, perseguido por el Cid, que también queda burlado)

Reconoce la publicación del ayuntamiento zamorano que no hay constancia histórica del hecho, pero que así fue recogido por la tradición oral.

Transcribo, por su interés,  el romance que se incluye en dicho folleto:

“Otro día de mañana
cabalgan Sancho y Bellido
el buen rey en su caballo
y Bellido en su rocino:
juntos van a ver la cerca,
solos a ver el postigo,
esque el Rey lo ha rodeado
saliérase cabe el río,
do se hubo de apear
por necesidad que ha habido.
Encomendóle un venablo
a ese malo de Bellido:
dorado era y pequeño,
que’el Rey lo traía consigo;
arrojóselo el traidor
malamente lo ha ferido”.

El romance pinta a Bellido montado en un rocín, un caballo de mala traza, como dice el diccionario, frente a la figura del rey, airoso en su caballo. Y lo califica de “malo”. Sin embargo la gallarda figura del monarca en su buen caballo se ve pronto airada y desprestigiada por esta necesidad urgente que le obliga a desahogar sus urgencias en medio del campo, en cuya postura ingrata, aprovechada por el “traidor” o “leal Bellido, encuentra la muerte. Una forma sutil del romancero de desprestigiar su figura sin necesidad de usar adjetivos deshonrosos que hubieran podido ocasionar problemas al anónimo poeta que lo compusiera o al juglar que lo cantara más tarde.

Ni quito ni pongo rey ni otorgo sobrenombres a don Bellido Dolfos. Razones tendrá la ciudad de Zamora para reescribir y dignificar su figura incluso cambiando la nomenclatura de la citada puerta en la muralla. Desde luego, desde el punto de vista de la ciudad sitiada el regicida no sólo no fue traidor, sino valiente y leal servidor de la misma, librándola del cerco a que estaba sometida.

Cuento la historia porque me pareció curiosa. Y la próxima vez que vaya a Zamora ya no preguntaré por el Portillo de la Traición sino por el Portillo de la Lealdad.